29.4.08

 

Poemas 300
Poems 300


El Gran Masturbador

Salvador Dalí
(fragmento)

A pesar de la oscuridad reinante
la noche estaba en sus comienzos
en los bordes de las grandes escalinatas de ágata
donde
fatigado por la luz del día
que duraba desde la salida del sol
el gran Masturbador
su inmensa nariz apoyada sobre el piso de ónix
sus enormes párpados cerrados
la frente corroída por horribles arrugas
y el cuello hinchado por el célebre forúnculo que bulle de hormigas
se inmoviliza
extático en ese instante del crepúsculo todavía demasiado luminoso
mientras la membrana que recubre enteramente su boca
se endurece a lo largo de la angustiosa de la enorme langosta
aferrada inmóvil y apretada contra ella
desde hace cuatro días y cinco noches.
Todo el amor
y toda la embriaguez
del gran Masturbador
residía
en los crueles ornamentos de oro falso
que recrubren sus sienes delicadas y blandas
e imitan
la forma de una carona imperial
cuyas finas hojas de acanto bronceado
se prolongan
hasta las mejillas rosadas e imberbes
y continúan sus fibras duras
hasta fundirlas
en el alabastro claro de su nuca.

Del libro Femme Visible
***
O Grande Masturbador
Salvador Dalí
(fragmento)
(Tradução de Antonio Miranda)

Apesar da escuridão reinante
a noite estava apenas começando
nos beirais das grandes escalinatas de ágata
onde
fatigado pela luz do dia
que durava desde o nascer do sol
o grande Masturbador
seu nariz imenso apoiado sobre o piso de ônix
suas enormes pestanas cerradas
a fronte corroída por horríveis rugas
e o pescoço inchado pelo célebre furúnculo que ferve de formigas
se imobiliza
estático nesse instante do crepúsculo ainda demasiado luminoso
enquanto a membrana de cobre inteiramente sua boca
se enrijece durante a angustiosa da enorme lagosta
aferrada imóvel e apertada contra ela
faz já quatro dias e cinco noites.
Todo o amor
e toda a embriaguez
do grande Masturbador
residia
nos cruéis ornamentos de ouro falso
que cobrem as frontes delicadas e brandas
e imitam a forma de uma coroa imperial
cujas finas folhas de acanto bronzeado
se prolongam até as faces rosadas e imberbes
e continuam suas fibras duras
até fundi-las
no alabastro claro de sua nuca.

Do livro Femme Visible

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